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El CosmoCaixa es uno de los lugares más atractivos de Barcelona. A nivel cultural-educativo, una obligación para los jóvenes, con una diversidad de juegos interactivos que les permite aprender. En ese contexto se presentó la quinta Copa Colegial el pasado viernes, con casi un centenar de jugadores/as ansiosos de que llegue la competición.
Con las figuras de cera de Einstein y Darwin en una de las salas anexas, Audie Norris -embajador un año más de la competición- dio un speech que bien se podría colgar en las escuelas y que mantuvo a los jóvenes atentos, sin pestañear y con una sonrisa en la boca. “Si no estudiáis no podréis jugar a baloncesto, ¿lo entendéis?” espetó de primeras.
El pívot estadounidense, carismático y muy cercano con los niños, puso el ejemplo de su vida: “Mis padres me castigaron muchas veces sin jugar porque no hacía los deberes. Fue entonces cuándo aprendí que debía trabajar en la escuela para luego hacer lo que más me gustaba. Y os digo lo mismo a vosotros. Tenéis que formaros porque os ayudará a ser mejores jugadores”.
Las campeonas de la Pequecopa, presentes durante la gala, se miraban con cara de no haber roto nunca un plato, aunque posiblemente las sonrisas pícaras significaban un… “Vaya, tendré que ponerme las pilas yo también”.
Pablo Martínez-Arroyo, exjugador y actual director de la Fundación Baloncesto Colegial, corroboró las palabras de Norris con la voz resquebrajada fruto de la emoción del momento: “De aquí 20 años os acordaréis de las palabras de Audie y seguro que intentaréis que vuestros hijos también disputen esta competición, que encarna unos valores fundamentales en la vida”.
Al acabar la presentación, fueron muchos los niños que se acercaron a Norris para preguntarle cómo era el baloncesto colegial en Estados Unidos. Y él les respondía con sinceridad: “Apasionante. Pensad que defender a tu escuela, con tus amigos viéndote y las cheerleaders animando es algo difícil de explicar. Es una sensación preciosa”.
Se juntaron varios jugadores del pasado año recordando algunos de sus duelos. “Madre mía, qué crossover te hice en el All Star”, le decía Nil Baqués a Calderón. “Y el tapón mío qué, eso no lo dices eh?”, respondía el pívot entre risas.
Pablo Martínez contemplaba el buen ambiente desde la distancia, visiblemente feliz.
El mejor síntoma de la Copa Colegial, que agrupa las mejores escuelas de Barcelona con el baloncesto de por medio, el respeto como valor fundamental y la felicidad en los jugadores que la disputan.
Redacció Catalunya Central. Hace 2 meses
Redacció Catalunya Central. Hace 2 meses
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