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22 Mayo, 2019
Para intentar ver los hechos desde otra perspectiva, me di 168 horas. Intenté dejar pasar una semana para ver con otro prisma un acontecimiento que cautiva. Y con el tiempo debido (y la capacidad de una manera razonable) se me acaban los calificativos. Sí estás dentro de la organización (y aunque acabes exhausto) te enamoras de ello. Si eres participante, vienes enamorado y te marchas enloquecido. El torneo donde importa poco si eres ganador... o no puedes hacerlo. Todos se llevan la distinción de triunfadores en un día, el 15 de mayo, que ya es festivo en Madrid por muchas razones, incluida éste evento.
Ya no sólo debes de ponerte chulapo y vestirte para la ocasión con la indumentaria tradicional en la capital. Ya sabes que la ropa de tu cole te representa y tienes que hacerlo lo mejor posible para iniciarte en la aventura colegial apenas superados los 10 años. Lo haces desde bien tempranito (te levantas casi más pronto que para ir a la escuela) y sabes que te enfrentas a horas y horas de sol y de calor... que por otro lado, es uno de los secretos del torneo: sin la calle no seríamos lo mismo.
Por eso, volver a pensar en momentos como los vividos es algo fue muy gratificante. No te importa mirar atrás y pensar en las horas que dedicaste poniendo cartelería, preparando cuadrantes, viendo la mejor forma de encajar todos los partidos, decidiendo si las Finales se juegan en pabellón o en cubierto... y sabiendo que escucharás durante horas y horas la majestuosa voz de Pedro Bonofiglio. Nada de eso importa. Sabes que podrás disfrutar de la salud del baloncesto colegial, que está en alza, y de las más de 1000 personas que pasarán por tus ojos en un mismo día.
En esta ocasión fue un colegio tradicional, que vio pasar a leyendas del baloncesto nacional por sus pupitres, como San Agustín, el anfitrión. Magnífico, por otro lado. Y con unos voluntarios de los que bien merecía la pena escribir una carta de recomendación. Siempre al servicio de lo necesario, siempre con el humor como nota característica. Y si te toca subir a grabar algún vídeo desde lo alto de la escuela, y ves todo Madrid (y las alturas del Santiago Bernabeú, pegado al cole) al lado, pues todavía adquiere todo mayor dimensión.
Hasta las 16:30 horas, todo el mundo tuvo los mismos derechos. Jugar, divertirse, sonreír. Entre medias, un magnífico two-ball entre padres e hijos, y un Café con los más mayores que se encargó de amenizar José Luis Llorente. A partir de ahí, empezaron las eliminatorias, con una reflexión entre medias preciosa: la de ver a centenares de niños (y adultos) pasándolo bien y bailando con nuestro flashmob. Es la esencia del torneo. Nunca dejes de disfrutar.
Lo pasaron en grande los octavofinalistas, cuartofinalistas, semifinalistas... y los cuatro Finalistas. Dos de ellos del mismo colegio (pedazo de torneo de Menesiano) y los que serían a la postre campeones: El Valle en chicas y Arcángel Rafael en chicos. Fue maravilloso. Desde el primer segundo. De esos días que caes en la cama y no eres capaz de dormir de lo cansado que estás pero que repetirías una y otra vez. Es la magia y la exclusividad de la Pequecopa. Tienes que vivirla.
Redacción. Hace 2 meses
Redacción. Hace 2 meses
Redacción. Hace 2 meses
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