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9 Septiembre, 2020
El 1 de febrero de 2013 se presentaba la primera edición de la Copa Colegial Zaragoza. Fue en la sede de AGM Sports, patrocinador local de la competición por aquel entonces, y con la presencia de los jugadores de Basket Zaragoza Damjian Rudez y Chad Toppert como anfitriones de lujo. Por parte de la Copa, su director Pablo Martínez Arroyo y el director en Aragón (en las dos primeras ediciones participaron equipos de Zaragoza y Huesca), Francisco Ferrán, fueron los encargados de dar la bienvenida a los representantes de los nueve colegios pioneros.
Y nada más ver las plantillas de los colegios, en ese primer y ya lejano año, hubo alguna historia colegial que nos indicó como la implicación con los compañeros, con el colegio y una gran ilusión y amor por el baloncesto iban a ser las señas de identidad de la recién nacida Copa Colegial. Esta es la historia de Jaime Fernández, un jugador al que no recordaremos por sus números y triunfos en la competición, pero sí por su ejemplo de superación.
La vida, el deporte en general, y el baloncesto en particular, tienen muchos sinsabores y decepciones que hay que saber sortear y, a través de los valores deportivos, se consigue un aprendizaje que sirve en todos los órdenes de la vida. Como decimos aquí, el baloncesto es educación. En el roster de los Pingüinos del colegio Santa Rosa Alto Aragón de Huesca, aparecía el nombre de Jaime Fernández, en aquel momento junior de primer año quien, a causa de la complicación de una grave lesión, tuvo que dejar la práctica total del baloncesto, el deporte de su vida. David Álvarez, colaborador de la Copa Colegial en Huesca, nos comentaba que "A Jaime cada entrenamiento le suponía no poder andar al día siguiente. Sus tobillos con sólo 16 años le habían dicho basta. Y eso que era el Felipe Reyes del equipo, reboteador, luchador, todo corazón, pero esa lesión le apartó del deporte que amaba".
Pero su ilusión era volver a jugar un partido con sus compañeros de clase, las ganas de recuperar una última vez la sensación de animar, esforzarse y tener una sonrisa cómplice con los que eran sus amigos de toda la vida del colegio. Eso fue lo que le animó a volverse a calzar unas botas de baloncesto e incluso prepararse en entrenamientos para poder jugar su partido. "Desde que he empezado a entrenar para la Copa Colegial, al día siguiente voy cojeando por el Instituto, me cuesta 15 minutos el poder calzarme y media hora de hielo en los tobillos, pero el rato que voy a pasar compensa estos dolores”, comentaba Jaime. Sabía que no podría volver a la práctica del baloncesto de manera habitual, pero su premio era participar en la Copa Colegial, jugar un último partido de baloncesto.
Y lo consiguió. Jaime, hoy en día ya un médico en ciernes (no sabemos si su lesión influyó en esta decisión), jugó su último partido con sus compañeros de clase en la Copa Colegial. Perdieron 52-65 ante los Quebrantahuesos Ramón y Cajal, también de Huesca, que serían subcampeones en esa primera edición, pero los minutos que Jaime estuvo en pista los guardará en el recuerdo para toda la vida. Unos minutos en los que fue capaz de anotar seis puntos, partiendo en el quinteto inicial y demostrando que, pese a su lesión, seguía teniendo mucho baloncesto en las manos.
Redacción. Hace 2 meses
Redacción. Hace 2 meses
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